Los 30 años del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST): patrimonio de una vida digna para nuestra Abya Yala

Yuca Brava

Más de 30 años atrás, en la década de los años 80’s, América Latina se convulsionaba con las atrocidades de las dictaduras patrocinadas por Estados Unidos, cuando esa era la moda y no la supuesta “lucha contra el terrorismo”.

1985 no fue un año cualquiera para Brasil. En este año se iniciaba una reapertura de la democracia y se abrían las retenidas compuertas  de la movilización social. En 1964 con el golpe militar a João Goulart, se instauró una dictadura militar que arrasó con campos y ciudades, tanto por la vía militar como por la vía de la modernización a la fuerza: la militarización de la cuestión agraria fue su gran legado.

El MST levantaba la bandera de una deuda irresuelta que se convertía en la pesada cruz de todo el continente: la reforma agraria y la lucha contra el latifundio, una pelea a muerte contra terratenientes, gamonales y coroneles. Una lucha de clases. Ligas Campesinas, sindicatos agrarios, guerrillas, partidos y diversas expresiones de lucha por la tierra formularon este como su problema central y surcaron con sus luchas y de la mano de sus héroes y heroínas, así como de sus mártires, las tierras brasileñas durante todo el siglo XX, dejando plantadas semillas que luego de la aridez de la represión militar germinaron ávidamente. Marx, Lenin, la Iglesia Católica y Luterana aportaron cada uno a su manera a los propósitos socialistas del movimiento, cuyas raíces se hunden en un entendimiento latinoamericano del socialismo y la Teología de la Liberación.

En 1984 se realiza el 1er Encuentro Nacional del movimiento, en el estado de Paraná al sur del país, donde se sumaron las fuerzas suficientes para hacer el primer manifiesto político de una triple lucha: por la tierra, por la reforma agraria y por los cambios sociales en el país.

Así, el pasado 29 de octubre se conmemoraron los 30 años de la ocupación de la Hacienda Annoni, punto de partida para la consolidación del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST).

Más de 4 mil personas llegaron esa madrugada del año 1985, dispuestos a ocupar la Hacienda, gran emblema del latifundio en la región. Su referente inmediato era el célebre acampamento de la Encrucijada Natalino, montado gracias a centenas de familias sin tierra y al cual el dedo acusador del General Curió, denunciado por tortura y famoso por sus técnicas de “pacificación”, señaló como área de seguridad nacional y objetivo de eliminación, técnica que ya había hecho escuela en Colombia con la ferocidad del ataque militar del Plan Lazo a las Zonas de Autodefensa Campesina localizadas en el suroriente del país en la década del 60.

En Brasil, la presión social ejercida por movimientos de derechos humanos, la Comisión Pastoral de la Tierra y el trabajo en las Comunidades Eclesiales de Base, así como el respeto de parte de la sociedad por el coraje y resistencia demostrada por la lucha organizada de miles de familias trabajadoras, consiguieron que el área fuera destinada a la reforma agraria por el estado brasileño y pudieran ser asentadas las familias anteriormente acampadas.

Tal acampamento fue punto de partida para que en 1985 se realizara el 1er Congreso Nacional del MST, impulsando el socialismo como uno de los principios del movimiento. El expresivo lema del congreso fue: Ocupación es la única solución. En mayo de ese año 12 ocupaciones, entre esas la de la Hacienda Annoni, mostraron la fuerza movilizadora del movimiento, con más de 2500 familias.

“Roseli Nunes,
esperanza es su nombre,
prefirió morir luchando,
que morir de hambre”

Esta es una de las consignas con la que se honra el legado de Roseli Nunes, asesinada cuando el camión que realizaba el desalojo de las familias de la Annoni pasó por encima de ella.
El documental Terra para Rose y El sueño de Rose 10 años después, disponibles en internet, muestran en detalle la ardua lucha que tuvieron que enfrentar las familias. Por su parte, en el vídeo conmemorativo de los 30 años de la ocupación de la Annoni, los protagonistas hablan un poco de esta experiencia, contada primero por la voz de Marcos Tiaraju, médico formado en Cuba, hijo de Roseli y primer bebé en nacer en un acampamento del MST y que luego de la conquista de la tierra llevaría el nombre de Novo Sarandi, en el estado do Rio Grande do Sul.
https://www.facebook.com/MovimentoSemTerra/videos/986264888112892/?fref=nf

En este asentamiento, localizado al norte del estado, hoy viven 47 familias que a partir del trabajo con la cooperativa COOPERLAT, sacan al mercado 1500 kilos de embutidos mensuales, 300 mil litros de leche por mes y 3’600.000 litros año, y donde las trabajadoras y trabajadores son los propios dueños de su trabajo, sin explotación de los otros, como rezaba ese principio socialista que desde el inicio dirigía su estocada al corazón mismo del sistema capitalista.
Por otro lado y como lo menciona Isaías, uno de los asentados, lo principal son los seres que consiguieron construir el conjunto de la condición de vida del ser humano. La conciencia de clase inevitablemente llega con el cambio en las condiciones materiales de vida.

Las conquistas por parte de las campesinas y campesinos de los Sin Tierra son impresionantes: 350.000 familias asentadas, 100 cooperativas, 96 agroindustrias, 1,9 mil asociaciones, más de dos mil escuelas públicas construidas en asentamientos y acampamentos, 200 mil niños, niñas y jóvenes con acceso a la educación garantizada, 50 mil adultos alfabetizados, 2 mil estudiantes en cursos técnicos y superiores y más de 100 cursos de pregrado en alianza con universidades por todo el país. Así, hoy el Movimiento organiza sus esfuerzos en diferentes sectores: Frente de avanzada, formación, educación, producción, género, comunicación, proyectos, derechos humanos, salud, finanzas y relaciones internacionales. En febrero del 2014 celebró su sexto congreso con la asistencia de más de 10 mil persona cuyo lema fue: Luchar ¡construir reforma Agraria Popular!

El MST junto con La Vía Campesina, además de ser un grito libertador en medio del aterrador panorama de hace 3 décadas, ha logrado convertir sus conquistas en patrimonio de los pueblos del campo de América Latina y todo el mundo.

En contados meses se anuncia un acuerdo definitivo entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC, donde esta dejaría las armas y se brindarían garantías para su participación política, dándole fin al conflicto armado. Numerosas voces hablan de un posconflicto hecho fetiche por parte del gobierno colombiano, que ha hecho de ese show mediático una ventana a la Inversión Extranjera Directa, por ello, experiencias como las del MST ofrecen propuestas concretas de vida digna que superan los históricos pactos convenidos por la burguesía expresados en políticas agrarias siempre insuficientes, siempre hechas por quienes nunca han vivido y luchado por la tierra y el territorio. Por eso, a la pregunta sobre qué hacer con nuestros campos una vez llegue el acuerdo de paz, no sobra recordar la famosa frase: “para sembrar la paz hay que aflojar la tierra”, pues nuestro campesinado siempre ha tenido respuestas para tales preguntas, tan sólo le ha faltado donde materializarlas.
Como desafíos tenemos los nuevos fracasos de las políticas de restitución de tierras, las mentiras de una reforma agraria encubierta sobre el manto de la formalización de títulos de la tierra, el acaparamiento de tierras en los baldíos y la paralización de la reforma agraria en Colombia, donde en todo el territorio nacional existen apenas 7 Zonas de Reserva Campesina legalizadas, pero más de 50 solicitudes represadas, que se suman a tantas otras experiencias de ordenamiento territorial campesino, que hoy como siempre, no hacen parte ni de estadísticas, ni de censos agropecuarios, pero se muestran en las calles y en los campos, en las movilizaciones y actos políticos. Nuestra tarea como parte de la sociedad organizada y en lucha, debe ser sumar a ese acumulado de resistencia, que supere esta condición y sea florecimiento y vida. Sea siembra y cosecha.
Por eso hoy, más de 30 años después de aquella fría madrugada campesina, nos levantamos para decir: ¡Larga vida al MST y al campesinado unido del mundo!

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