A PROPÓSITO DE LA UNIDAD POPULAR Y LOS REVOLUCIONARIOS

Por: Izquierda Guevarista de Chile

El 4 de septiembre de 1970, el candidato presidencial de la Unidad Popular, Salvador Allende (PS), obtendría la mayoría relativa de la votación con un 36.3% de los sufragios, frente al 35% de Jorge Alessandri (derecha) y el 27.8% de Radomiro Tomic (DC)[1]. A partir de este momento, se abrirá un escenario de intenso enfrentamiento entre las clases que tendrá su desenlace trágico en el golpe militar liderado por Augusto Pinochet el día 11 de septiembre de 1973.

Realizar un balance sobre el proceso de la “Unidad Popular”, a más de cuarenta años del triunfo electoral de Allende, requiere a nuestro juicio, una comprensión acabada sobre la situación política que permitió el triunfo electoral de la Unidad Popular, pero principalmente, un análisis de las estrategias que enfrentaron a la izquierda reformista y revolucionaria en ese proceso.

La crisis del sistema de dominación

El triunfo electoral de Allende, a nuestro juicio, se debe fundamentalmente a la existencia de una profunda crisis en el sistema de dominación, provocado por la radicalización y asenso del movimiento de masas – a partir de la segunda mitad del gobierno de Eduardo Frei (1967) – y la agudización de la lucha entre distintas franjas de la burguesía.[2]

En efecto, la radicalización del movimiento de masas se caracterizaba por la intensa actividad del movimiento obrero[3] –que multiplicaba sus huelgas–, la dinamización en el campo provocada por la sindicalización campesina[4] y que se tradujo en huelgas y tomas de fundo y la migración campo-ciudad que se materializaba en las tomas de terreno desarrolladas en la periferia de las grandes ciudades del país[5]. En la medida en que el movimiento de masas optaba por la movilización radical y la confrontación directa a las instituciones del Estado burgués[6] terminaba por socavar y remecer la totalidad del sistema de dominación. Esta situación se tradujo, en el terreno de la clase dominante, en: 1) la crisis del reformismo burgués[7] – o reformismo DC– y; 2) la intensificación de las pugnas y enfrentamientos al interior de la burguesía – o crisis inter-burguesa-, que impidieron a la burguesía enfrentar con un candidato único a la Unidad Popular.[8]

Reforma o revolución: dos estrategias en el proceso chileno

Frente a la situación de crisis del sistema de dominación se erigieron dos formas radicalmente diferentes de enfrentar el escenario político y que enfrentaron a los revolucionarios con el reformismo obrero y pequeño-burgués. En el campo del reformismo, representado por la Unidad Popular, se apostaba a que sobre la base del desarrollo del movimiento de masas y la crisis al interior del bloque burgués, se sellara una alianza con una de las franjas de la burguesía que permitiera solucionar la crisis del sistema de dominación sobre la base de algunas reformas económico-sociales y la democratización del Estado burgués. Esto se expresó, muy claramente en el programa de la Unidad Popular, en la medida en que permitía la existencia de un área privada, mixta y social de la producción y también en el hecho, de que la UP, se enquistó totalmente en el entramado institucional del Estado. Por otra parte, en el campo de los revolucionarios, representados principalmente en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), planteaba la necesidad de agudizar al máximo la crisis del sistema de dominación, de manera tal que sobre la base de una fuerza social revolucionaria, desarrollada al calor del movimiento de masas, se gestara un poder alternativo, que sobrepasara los estrechos márgenes del poder burgués y consolidara un poder revolucionario y popular asentado en una alianza entre la clase obrera y otras capas del pueblo (campesinado, capas pobres de la ciudad y pequeña burguesía empobrecida).

Estas dos concepciones, en la práctica, tendieron a chocar en el proceso. Por ejemplo, respecto al imperialismo, mientras la UP pretendía renegociar la deuda externa y buscar subterfugios legales para nacionalizar la gran minería del cobre, los revolucionarios planteaban el desconocimiento de la deuda externa y la expropiación sin indemnización de toda la propiedad extranjera. En el terreno de la burguesía local, los revolucionarios plantearon la necesidad de expropiar sin indemnización a todo el gran capital nacional, mientras que los reformistas se conformaban con expropiar 91 empresas, dejando en manos de la gran burguesía, áreas vitales de la producción. En cuanto al movimiento de masas, los revolucionarios potenciaron las iniciativa que éste gestaba y que en muchas ocasiones se oponía directamente a la legalidad burguesa, a través de las toma de fundos y fábricas, mientras que los reformistas, trataban de canalizar todo el descontento hacia la institucionalidad e inclusive reprimir – en situaciones puntuales – al movimiento de masas cuando este sobrepasaba esos marcos. Finalmente, mientras los revolucionarios impulsaban la constitución de los cordones industriales y comandos comunales de trabajadores, como gérmenes de un futuro poder revolucionario, distinto y antagónico al poder burgués, los reformistas no hicieron más que amarrarse a la legalidad, y por ende, subordinarse al poder de la burguesía y depositar su confianza en la “constitucionalidad” de las Fuerzas Armadas.[9]

Esta ilusión reformista acabaría trágicamente con la irrupción, el 11 de septiembre de 1973, de la contrarrevolución burguesa.

Un desenlace, una conclusión

¿Qué puede quedar de este importantísimo proceso? Quizás una conclusión puede orientar nuestro balance: no es posible realizar transformaciones sociales de carácter radical con la anuencia de la clase afectada (la burguesía) y a través de las herramientas que ésta ha gestado para su dominación. En cambio, el futuro de los trabajadores, la revolución socialista, sólo será posible sobre la base de una fuerza propia que haga frente al poder que ostenta la burguesía y no de otra forma.

Referencias:

[1] Mires, Fernando. “La rebelión permanente”, siglo XXI, México, 2009, p.332.

[2] Marini, Ruy Mauro. “Sobre la táctica y estrategia del MIR”, disponible en: http://www.marini-escritos.unam.mx/315_tactica_estrategia_mir.html

[3] El número de huelgas en el año 1964 era de 566, mientras que en el año 1968 se registraron un total de 1.124 huelgas en todo el país. En “Antecedes para el estudio del movimiento de masas en el periodo, informe de la Comisión Política al Comité Central del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR)”, disponible en: http://www.marini-escritos.unam.mx/313_movimiento_masas.html

[4] Política impulsada por el gobierno de Eduardo Frei en razón de las directrices emanadas desde Estados Unidos con la llamada “Alianza para el Progreso”.

[5] La cifra de las huelgas en el campo son: 39 en 1964, 142 en 1965, 586 en 1966 y 655 en 1967. Por su parte, las tomas de fundo van de 7 en 1965 a 23 en 1968, mientras que las tomas de terrenos urbanos en Santiago fueron de 0 en 1966, 13 en 1967, 4 en 1968 y 35 en 1969. Datos en “La rebelión permanente” de Fernando Mires, pp.338-339.

[6] Entre los años 67-69, del total de huelgas registradas, el 77.4% tuvieron un carácter ilegal, mientras que sólo un 22.6% tuvo un carácter legal. Datos disponibles en: http://www.marini-escritos.unam.mx/313_movimiento_masas.html

[7] Esos años fueron de crisis para la Democracia Cristiana, esto se expresó en los niveles de desaprobación que tenía su gobierno y en la escisión – por izquierda – que tomó el nombre de MAPU.

[8] No es el momento de referirnos exhaustamente a la crisis inter-burguesa de los 60’ y70’, simplemente podemos adelante, que las diferencias se desarrollaban principalmente sobre la base de un desplazamiento del eje de la acumulación del capital. Tal desplazamiento se hacía “desde la industrias tradicionales (textiles, calzado, vestido, etc.), donde predominaban la mediana y la pequeña burguesía, hacia las llamadas industrias dinámicas, dedicadas a las producción de bienes más sofisticados y suntuarios… (tales como industria automotriz, aparatos eléctricos, etc.), en donde el predominio cabía al gran capital nacional y extranjero.” Este desplazamiento, era provocado en gran parte, por las políticas que impulsaba el gobierno DC en materia de créditos e inversiones en el sector industrial. En: Marini, Ruy Mauro. Dos estrategias en el proceso chileno. Disponible en:  http://www.marini-escritos.unam.mx/049_dos_estrategias_chile.html

[9] Ibíd.

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